martes, 20 de julio de 2010

La soledad

- - Otra noche, otra luna

Susurro a mí misma. Acostada en el suelo del último piso de edificio me encuentro. Hace mucho frío, por lo cual me acompaña una cobija de una aerolínea y un cigarrillo el cual hará bajar más mi temperatura corporal. Pero no importa, es mi aliado en este momento de soledad.

Soledad es la palabra que abunda en la vida de algunas personas; soledad como mi barrio, Soledad como mi nombre.

- - Nada es coincidencia, todo tiene un por qué, una razón de ser.

Sigo pensando en voz alta, ya que es la única que existe en ese momento. El resto de sonidos son el de los carros y el de la mágica tonada que cantan los arboles al estrellarse el viento.

Sigo fumando , sigo pensando, Me gusta mucho la noche, de hecho, me considero una persona nocturna. Todas mis ideas fluyen en la oscuridad y le dan más valor a mi razón de ser.

Mis dedos se han congelado, mi cigarrillo se ha apagado, dando fin a mi travesía en el techo del edificio. Recojo las colillas, guardo los fósforos, agarro mi cobija, la pongo encima de mis hombros y bajo por las escaleras de emergencia hacia un piso más seguro. Un piso con ventanas, con techo y con una puerta la cual abre hacia un lugar más cálido llamado hogar.

- - Otra vez en el techo Soledad? – pregunta Armando, mi roomie

- - Si babe, el cigarrillito pa’ antes de dormir – le explico – buena noche, ando un poco cansada – y me voy.

Entrando al cuarto, con cansancio después de haber terminado un día laboroso, me encuentro dispuesta a acostarme en mi cama, prender el televisor y dormir al compas de las luces que emite, acompañado con un poco de volumen en un canal de música que tenga en cuenta el horario para poner canciones de dormir.

De pronto escucho una canción que sé a dónde pertenece. No es del televisor, es mi celular que está sonando. Miro el identificador de llamadas y me encuentro con el numero de una de mis mejores amigas, Sofía, que seguramente me dirá que vayamos a tomarnos un buen par de cocteles. Tengo ganas? No lo creo. Mejor sigo dejando que suene. Y así se repite 3 veces.

Pero por qué me tengo que quedar aquí? Soy una mujer joven sin compromisos - pienso – pues si, si voy!

Apurada cojo el celular y contesto

- - Alo?

- - Soledad! Por qué no contestas ese celular? Estoy parqueada al frente de tu apartamento, vístete, arregalte que nos vamos de fiesta.

- - OK, ya bajo.

Si ven como funciona la psicología femenina? Nos conocemos tanto las amigas, que sabemos quienes nos llaman siempre, a qué horas y por qué motivos lo hacen. Sofia, es una de mis mejores amigas. Ella, como otras 4, hacemos parte de un grupo, que más que decir de niñas, parecemos un grupo de siniestros machos, todas de una u otra forma hemos sabido como joder y jodernos, el remordimiento parece no tocar nuestras conciencias y aunque ninguna lo admita nos encanta saber que así son las cosas.

Sofía Hidalgo, estudiante de mi misma carrera en mi misma universidad, es la encargada de reunirnos a todas normalmente. Siempre presta su casa para armar las parrandas y hasta su carro lo ha “prostituido” para algunas desfachateces.

Ejemplos:

- - Estas aprendiendo a manejar? USA MI CARRO

- - Que son las 4am y no tenemos transporte para seguir la rumba en algún pueblo aledaño? VAMOS EN MI CARRO

- - No hay donde dormir? PUES EN MI CARRO

Estos, son solo algunos que doy acerca del carro blanco de Sofia. Más historias tendrá, que más adelante tendré que contar.

Me visto, me arreglo un poco, lleno mi bolso de maquillaje, cojo mi billetera y salgo dispuesta a tener una noche llena de aventuras, como en la mayoría de los casos suele suceder con Sofi.

- - Esta noche a donde vamos? - pregunto

- - Vamos a la bienvenida de un amigo que llego de Estados Unidos , se llama Juan.

- - Llego? Volvió más bien. Juan Padilla será el homenajeado?

- - Si, amiga mía. Juan Padilla ha vuelto.

Miro de reojo y me doy cuenta que el carro está lleno de gente, personas de las cuales hablare más adelante, saludo con temor pero disimulo, cuando estamos juntas no se que pueda llegar a pasar o a donde llegue a parar, tal vez me debería quedar.

- - Quieres una cerveza?

La recibo y en ese momento dejo de pensar.

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