viernes, 23 de julio de 2010

Sofía Hidalgo otra rumba, otro guayabo mas

-Otra rumba, otro guayabo más.....

Es inevitable no sentirme extraña en esta situación.

Me encuentro en mi apartamento, el cual no sé porqué relaciono con soledad y no hablo de mi amiga, hablo del degenerado abandono en el que me encuentro. Quiero levantarme pero prefiero meditar. Como todo un ritual mañanero (son las 2 pm) prendo la TV, pongo cualquier cosa. Comienzo a proyectar mis recuerdos. Uno a uno van apareciendo en desorden pero ahí están todos. No quiero detenerme en ninguno, no tengo el valor para ello. De pronto suena mi teléfono, lo miro, lo observo, medito, me digo a mi misma “No contestes”. Simplemente no puedo, no quiero, ni vi quién era, podría ser mi mamá. Llevo desaparecida más de una semana pero ni modos, no tengo ganas de hablar.

-¿Tal vez si me baño todo podría mejorar? - Lo digo en voz alta, solo esperando que sea algo real

¡Pero no! hace mucho acepté que el baño no hace milagros, no aleja recuerdos, no devuelve al chico perdido, no seca el vaso de agua tirada en la cara de algún desafortunado, no hace olvidar todo lo dicho, no borra la memoria de los presentes. Simplemente no cambia lo sucedido. Intento minimizar los problemas en mi cabeza y lo pruebo una y otra vez.

-Sofí no exageres no paso nada grave – pienso.

Vuelve a sonar mi teléfono, lo miro, lo observo, parece una pesadilla, llevo 6 meses huyéndole a esta conversación pero siempre pierdo la batalla, creo que hace mucho perdí la guerra, solo que no lo quiero aceptar. No quiero contestar, pero lo hago, tengo miedo, pero lo oculto, me quiero escapar, pero me quedo.

- Qiubo - dice una voz sombría masculina la cual a pesar de no querer volver a escuchar no soy capaz de ignorar.

Me siento nerviosa y perturbada. Es insólito como pese a creer que tienes el control sobre tu vida, siempre va haber alguien que se encargue de demostrarte que no es cierto.

-Hola como vas? - digo resignada.
-Bien y tú?
-Bien, estudiando mucho - sé que en cualquier momento va a perder la paciencia.
-Ah que bueno, quieres ir a almorzar? – me pregunta con tono amable.

(No quiero)

-lo siento, no puedo pues tengo que estudiar. La universidad es cada vez más difícil y voy atrasada en un sinfín de cosas, si quieres te llamo esta semana y te aviso.
- ¡Maldita sea Sofía! es la cuarta vez que me dices eso, veámonos y ya déjate de estupideces que tenemos que hablar.

Su tono ya ha cambiado. Sé que en cualquier momento esto se me va salir de control. Intento disimularlo, intento calmarlo, intento calmarme. Intento… intento... Intento…

- Mira voy de salida. ¿Te parece si hablamos luego?
- Ok como quieras. Solo una cosa más ¿Ya te hiciste los exámenes?

Exámenes….

De un tiempo acá mi vida solo gira en torno a esa palabra. He querido olvidarlo, simplemente dejarlo ir, pero eso no ha sucedido. Me repito a mi misma una vez más en voz alta para forzarlo a ser real.

-De esta semana no pasa! voy a hacerme los exámenes y ya salgo de estas malditas dudas!


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